07/02/2020
Juan Royo cuenta que cuando estudiaba Económicas, en la Universidad de Zaragoza, Mario Conde era el modelo a seguir. Él empezó su trayectoria profesional como bróker, pero rápidamente se dio cuenta de que “la especulación es un juego de suma cero”. En su haber destaca que participó en el diseño y lanzamiento del primer fondo de Inversión Socialmente Responsable de España. Corría 1999 y trabajaba como asesor financiero en Renta 4. Siempre vinculado al sector de la banca privada, en 2011 creó su despacho profesional especializado en RSC. En la actualidad, además de conferenciante, formador y consultor, Juan Royo es considerado uno de los Top Ten más influyentes en redes sociales en materia de RSC de España y uno de los Top 500 más influyentes a nivel mundial.
¿Cómo ha evolucionado la Responsabilidad Social Empresarial en las últimas dos décadas?
Si te fijas en el presente puedes ser muy crítico, pero yo, que empecé a trabajar en este ámbito en los años 90, soy tremendamente positivo y optimista. La RSC ha evolucionado mucho, sobre todo en aquellos aspectos que demuestran la calidad de las memorias de RSC como verdadero cuadro de mando integral. Es cierto que todavía queda camino por recorrer pero, hoy en día, ha cambiado la mentalidad de las empresas a la hora de medir no solamente su resultado financiero, sino el impacto que generan en la sociedad. Aunque aún hay que depurar más todos los indicadores, se ha avanzado mucho en esa visión estratégica. La RSC ya no es algo de un iluminado que habla de temas ecologistas, sino que todas las grandes empresas y sus directivos están alineados con los temas de sostenibilidad como una definición de negocio sostenible frente a la especulación financiera. Cuando estudiaba económicas mi modelo a seguir era Mario Conde y, de hecho, empecé trabajando como bróker, pero al final la especulación es un juego de suma cero y ahí se ha producido un cambio de mentalidad.
¿Qué ha provocado este cambio de mentalidad?
Cada vez más las empresas miden el impacto y un hecho muy importante para ello ha sido la entrada en vigor de la Ley de información no financiera y diversidad.
¿Qué ha aportado la Ley?
Muchas empresas responsables ya recogían su información no financiera en sus informes de gestión y, de forma voluntaria, elaboraban sus memorias de acuerdo al estándar del Global Reporting Initiative (GRI). Es decir, habían planteamientos de RSC pero no había una unificación de criterios, un plan de acción y un plan de medición de objetivos. La Ley ha venido a coordinar todo este tipo de políticas, potenciar su transversalidad y fomentar la transparencia en la compañía, que repercutirá en un efecto de imitación de las buenas prácticas.
Una de las críticas a la Ley es que permite a la empresa medir aquellos aspectos en los que sale mejor…
Tenemos que afinar en la calidad de las memorias de RSC y en su homogeneización. Es cierto que, por ejemplo, GRI marca una serie de parámetros mínimos, pero luego nos encontramos con empresas del Ibex sin apenas brecha salarial y otras con mucha. ¿Cómo puede ser? Pues porque miden parámetros distintos. Ahí tenemos que avanzar mucho hacia una mayor transparencia. Lo importante es medir los aspectos no financieros y gestionarlos con confianza y lealtad porque el diálogo entre todas las partes interesadas tiene que ser sincero.
¿Otra de las críticas es la falta de comparabilidad de los datos?
Sí, pero ahí los auditores y verificadores también hacen su labor de velar por esa calidad, impacto, temporalidad, simplicidad… En definitiva, velan por la claridad de los datos y que las memorias sean más atractivas y te inviten a leerlas y a comparar sus datos.
¿Publicar la memoria de sostenibilidad convierte a una empresa en responsable?
Efectivamente hay empresas tramposas porque el mero hecho de elaborar una memoria de RSC y publicarla no significa que sean éticas. La contabilidad creativa existe para el ámbito financiero y, también, para el no financiero. Una empresa puede publicar una memoria de sostenibilidad y ser tramposa, pero para la que no es tramposa una memoria le aporta valor en la medida que le permite gestionar correctamente su RSC y evitar desviaciones o, como mínimo, tener alertas de posibles desviaciones para activar las correcciones adecuadas y cumplir con sus objetivos de sostenibilidad.
Siempre se ha defendido la voluntariedad de la RSC, pero la ley actúa como impulsora. ¿Es una contradicción?
Yo era un firme defensor de la voluntariedad, pero me he dado cuenta de que la ley ha impulsado a muchas empresas hacia la RSC. Al final, tiene que haber un equilibrio entre el palo y la zanahoria. El problema es que hay empresas que confunden la RSC con vender más. La RSC es una estrategia que puede influir en la reputación de la empresa y, en consecuencia, en sus ventas a largo plazo. Así pues, si una empresa quiere vender más a corto plazo es más efectivo que realice una campaña de marketing o de publicidad.
Las empresas quieren ser sostenibles, pero a su vez basan su sostenibilidad en el crecimiento constante…
Ese es el error, pensar solo en el crecimiento es ser miope. En mi vida, mi objetivo no es ganar cada día más dinero, sino ser feliz, hacer deporte, ir a exposiciones de cómics, leer tebeos… Mi vida no solo es trabajar y ganar dinero. Entonces, ¿por qué las empresas tienen que ser distintas si son ciudadanos corporativos? Pero claro, las noticias hablan del PIB, de la creación de empleo, de los tipos de interés… Hoy, las empresas tienen que gestionar su impacto y el valor añadido que generan, con independencia de quién se apropia de ese valor. Esto es la serendipia y cuanto más impacto generes la serendipia, al final, repercutirá en ti.
Entonces, ¿tenemos que buscar un indicador alternativo al PIB?
Totalmente. Por ejemplo, el impacto general. En Sabiñánigo, un pueblo de Huesca, se instaló una empresa. Todo el mundo estaba encantado porque solo veía creación de empleo y el pago de impuestos, pero ¿qué pasó? La empresa contaminó todos los ríos con lindano. ¡Claro! Medimos a la empresa en función de su beneficio económico, pero el impacto de la contaminación ha sido negativo y todo lo que la administración pública ha tenido que invertir en descontaminación ha sido superior al impacto en salarios, impuestos, etc. Al final, el resultado de la suma es negativo. Otro ejemplo. Imaginemos que tengo una empresa que genera dos millones de euros de beneficios al año y en la que trabajo yo solo, y al lado hay otra con el mismo beneficio, pero que da trabajo a 20 personas. El impacto de cada empresa es distinto, pero fiscalmente pagaremos lo mismo. ¡Es injusto! Esta tiene que ser la variable clave en la que todos nos tenemos que enfocar: el impacto.
¿Cómo podemos enfocarnos en el impacto?
Es una labor de todos. La legislación puede ayudar, pero no solo hay que medir los impuestos sobre beneficios, sino también la aportación a la Seguridad Social, la inversión en proveedores… Y no solo tenemos que medir el impacto económico, sino también el impacto emocional, porque no es lo mismo trabajar en una empresa que en otra. Por ejemplo, si te alineas con los valores de la empresa, si tienes flexibilidad o puedes conciliar, trabajarás más a gusto.
Usted participó en el lanzamiento del primer fondo ISR de España, en 1999. ¿Cómo ha evolucionado el sector?
A raíz del lanzamiento del primer fondo de Inversión Socialmente Responsable de Renta 4, en 1999, la patronal de fondos de inversión INVERCO publicó su primera circular sobre ISR. En 2014, la actualizó para discernir si un fondo es solidario, es decir, aquel que dona parte de los gastos de gestión; es temático, por ejemplo que invierte en agua o en energías renovables; o es un fondo RSC, que justifica que los criterios de toma de decisión son financieros y no financieros. Ahora los criterios están claros, pero la ISR depende de la calidad. Es cuestión de ir progresando en la calidad igual que en la RSC.
Según Spainsif los activos gestionados es España superaron en 2018 los 210.000 millones de euros, pero ¿de qué calidad estamos hablando?
Cuando Spainsif habla de este volumen, fundamentalmente, se refiere a la inversión en planes de pensiones de empleados. El problema son los fondos minoristas, donde no hay tanta oferta disponible, aunque las entidades financieras están empezando a trabajar en ello. La clave está en que los gestores, cuando tomen sus decisiones de inversión, no solo se fijen en cuestiones financieras sino también extrafinancieras.
¿Cree que la ISR se va a convertir en una palanca para impulsar la RSC y la sostenibilidad?
Al final, la principal fuente de información de los gestores de fondos es la memoria de RSC y cuanta más calidad de información exista, los inversores van a considerar a una empresa como objeto de inversión. Es decir, si una memoria de RSC es floja decidirán no invertir y, por tanto, no subirá la cotización del valor. Se trata de la profecía autocumplida: si eres muy responsable, o por lo menos muy transparente, los inversores podrán decidir si te compran o no, pero si no eres transparente ni siquiera entrarás en las opciones y no te van a premiar con su dinero. Es un camino que no tiene marcha atrás.
Fuente CompromisoRSE
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